jueves, 25 de octubre de 2018

Un paseo por Ronda

Tocó aterrizaje pasado por agua. 
Entorno a las 21.30 h. las ruedas del avión besaban una pista totalmente empapada. Minutos antes, aún desde el cielo y en pleno descenso, se podía contemplar a lo lejos un cielo iluminado a ratitos de un toque anaranjado, los relámpagos ya auguraban un trayecto húmedo hasta llegar al Hostel.

Por suerte, no resultó tanta lluvia como esperaba, y por tanto, no me mojé tanto.
Pese a las circunstancias, no pude evitar dibujar esa sonrisilla en mi cara al ponerme la mochila a cuesta y lanzarme a caminar... el placer de viajar que ya tanto añoraba.

Con el tiempo justo para dejar las cosas en la habitación, limpiar el destrozo del neceser gracias al gel de baño abierto, pude ir a cenar algo rápido y meterme en la cama para madrugar al siguiente día, tocaba coger el bus hacia Ronda.

La predicción climática era nuevamente lluvia, bueno, más bien tormenta... y no falló!
En el trayecto ya se veía caer una tremenda, a ratos la visibilidad exterior se complicaba debido a la intensidad de la lluvia. El cielo se iluminaba constantemente con los relámpagos y rayos, que nunca dejaban de impresionarme. Si hubiera sido yo la que condujera mi coche en ese momento, probablemente me hubiera apartado en algún lado a expensas de que fuera peor el remedio y terminada arroyada por algún riachuelo jaja.

Pero no hubo altercados en el camino, llegamos a la estación de Ronda, la lluvia continuaba fuertemente, y tras 10-15 minutos esperando que se apaciguara, entendí que, o me metía bajo ella, o acampaba en la estación durante todo el día. Protector en la mochila y chubasquero puesto, me lanzaba en busca del Hostel, el cual no estaba a tan sólo unos 5 minutos de allí, pero fue suficiente para llegar totalmente empapada debido a la cantidad y fuerza con la que caía agua. Lo primero que hice fue quitarme la ropa empapada, la cual por cierto, tardó dos días en secarse!!

Después de varias horas enclaurusada en la habitación sin poder salir debido al diluvio, ya en la tardecita me atreví a lanzarme a la calle, pese que aún seguía lloviznando. Con mi chubasquero puesto y con la visibilidad de un caballo  cuando le ponen esas piezas a los laterales de sus ojos para que solo miren al frente, me dispuse en principio, a un ligero paseo, poder tomar una buena taza de chocolate caliente y cautivarme con las primeras impresiones, aunque bajo la lluvia se tratara, y eso, fue exactamente lo que hice.
Pese a que había algunos pasos cerrados, pude enamorarme a primera vista de las impresionantes vistas hacia el Tajo, la Serranía, y como no, al impresionante Puente Nuevo de Ronda, por el cual no he podido evitar pasear y contemplar cada día de mi estancia aquí.

Ronda ha cumplido mis expectativas, es un pueblo precioso. Me ha encantado pasear y perderme por sus bellas calles empedradas, aunque ello conllevara en ocasiones subir y bajar cuestas aparentemente interminables. Me han enamorados sus vistas, los paseos por los Jardines de Cuenca, perderme en el sonido de su río, contemplar por una eternidad cada uno de sus puentes, sus murallas, sentarme por horas contemplando el atardecer en alguno de sus miradores... es paradójico, pero cada vez que me asomaba a alguno de ellos, ralentizaba el paso cuidadosamente a medida que llegaba a su extremo, y no era hasta que podía agarrar la barandilla que me sentía un poco más segura (ni que ello me fuera a salvar si aquello se desprendía jajaja).

Fue una aventura bajar la mina de la "Casa del Rey Moro", a través de su especie de pasadizo-escalera infinita dentro de la propia cueva-montaña y que te llevaba hasta el mismo río en una bajada totalmente vertical. Fue una pena que estuviera cerrada la salida al exterior, ya que el temporal se había llevado por delante la pasarela. Eso sí, la subida se lleva lo suyo, llegué con la lengua fuera! Y aunque los escalones sean dispares en altura, el suelo se encuentre totalmente mojado y tengas la sensación de que con un mínimo resbalón pones en juego tu vida, es una curiosa visita y creo que si vale la pena. Por supuesto, mencionar también la belleza de sus jardines y su terraza-bar donde coger aliento después de salir de la cueva.

El "Palacio de Mondragón" donde se encuentra el museo, también fue muy interesante de visitar. Te brinda información de forma amena e interesante, aparte de contemplar la belleza de su arquitectura y sus jardines y vistas. Todo cuenta con un plus si vas un martes por la tarde y la entrada te sale gratis jeje.
Sin duda, Ronda es un lugar con mucho encanto y casi con un toque mágico. Pese a que en dimensiones más o menos me lo esperaba así, es cierto que me ha sorprendido la cantidad de infraestructuras y tiendas que tiene, incluso tendría que investigar un poco si en vez de pueblo, está catalogado como pequeña ciudad.

En cuanto a su gastronomía, ¡me he puesto morada!
He disfrutado de una enorme variedad de tapas, de sus Migas Rondeñas, de sus croquetas de cocido, de su presa, sus revueltos de chorizo papas y pimiento, de su carrillada en diferentes versiones, etc. y por supuesto, acompañado siempre de un buen vino Rondeño, sangría o caña. Si tuviera que quedarme con algún lugar especial, sería con "Casa Martina", que tiene unas tapas deliciosas y con un toque diferente, y donde por primera vez escuché y probé la sangría blanca, totalmente deliciosa. También me encantaron las sabrosas tapas de "Cafetería la Campana" y por supuesto, "La cafetería Arunda", donde desayunaba cada día y donde tiene un menú diario a muy bien precio y con cocina totalmente casera.

También hay que mencionar mi escapada a uno de los pueblos vecinos, "Setenil de la Bodega", que se encuentra a unos veintialgo kilómetros y el cuál vale la pena visitar. Sus casas blancas encajonadas en los propios huecos de la montaña a modo de cuevas, lo con convierten en un pueblo con una imagen muy pintoresca. Eso si, prepárate para subir enormes cuestas y escaleras por doquier! Desde el mirador se puede contemplar la tranquilidad que se respira en ese pueblo.

Desde luego, ha valido la pena venir a conocer Ronda. Me voy con buen sabor de boca y por supuesto, con la misma sensación siempre que me voy de algún sitio...  siempre me sabe a poco.

Cuando llegue a casa y ya pueda extraer las fotos que he sacado, que por cierto, han sido cientos, ya que estrenaba cámara jeje, subiré algunas por aquí, y así compartir un pedacito de este bello lugar.

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