jueves, 25 de octubre de 2018

Un paseo por Ronda

Tocó aterrizaje pasado por agua. 
Entorno a las 21.30 h. las ruedas del avión besaban una pista totalmente empapada. Minutos antes, aún desde el cielo y en pleno descenso, se podía contemplar a lo lejos un cielo iluminado a ratitos de un toque anaranjado, los relámpagos ya auguraban un trayecto húmedo hasta llegar al Hostel.

Por suerte, no resultó tanta lluvia como esperaba, y por tanto, no me mojé tanto.
Pese a las circunstancias, no pude evitar dibujar esa sonrisilla en mi cara al ponerme la mochila a cuesta y lanzarme a caminar... el placer de viajar que ya tanto añoraba.

Con el tiempo justo para dejar las cosas en la habitación, limpiar el destrozo del neceser gracias al gel de baño abierto, pude ir a cenar algo rápido y meterme en la cama para madrugar al siguiente día, tocaba coger el bus hacia Ronda.

La predicción climática era nuevamente lluvia, bueno, más bien tormenta... y no falló!
En el trayecto ya se veía caer una tremenda, a ratos la visibilidad exterior se complicaba debido a la intensidad de la lluvia. El cielo se iluminaba constantemente con los relámpagos y rayos, que nunca dejaban de impresionarme. Si hubiera sido yo la que condujera mi coche en ese momento, probablemente me hubiera apartado en algún lado a expensas de que fuera peor el remedio y terminada arroyada por algún riachuelo jaja.

Pero no hubo altercados en el camino, llegamos a la estación de Ronda, la lluvia continuaba fuertemente, y tras 10-15 minutos esperando que se apaciguara, entendí que, o me metía bajo ella, o acampaba en la estación durante todo el día. Protector en la mochila y chubasquero puesto, me lanzaba en busca del Hostel, el cual no estaba a tan sólo unos 5 minutos de allí, pero fue suficiente para llegar totalmente empapada debido a la cantidad y fuerza con la que caía agua. Lo primero que hice fue quitarme la ropa empapada, la cual por cierto, tardó dos días en secarse!!

Después de varias horas enclaurusada en la habitación sin poder salir debido al diluvio, ya en la tardecita me atreví a lanzarme a la calle, pese que aún seguía lloviznando. Con mi chubasquero puesto y con la visibilidad de un caballo  cuando le ponen esas piezas a los laterales de sus ojos para que solo miren al frente, me dispuse en principio, a un ligero paseo, poder tomar una buena taza de chocolate caliente y cautivarme con las primeras impresiones, aunque bajo la lluvia se tratara, y eso, fue exactamente lo que hice.
Pese a que había algunos pasos cerrados, pude enamorarme a primera vista de las impresionantes vistas hacia el Tajo, la Serranía, y como no, al impresionante Puente Nuevo de Ronda, por el cual no he podido evitar pasear y contemplar cada día de mi estancia aquí.

Ronda ha cumplido mis expectativas, es un pueblo precioso. Me ha encantado pasear y perderme por sus bellas calles empedradas, aunque ello conllevara en ocasiones subir y bajar cuestas aparentemente interminables. Me han enamorados sus vistas, los paseos por los Jardines de Cuenca, perderme en el sonido de su río, contemplar por una eternidad cada uno de sus puentes, sus murallas, sentarme por horas contemplando el atardecer en alguno de sus miradores... es paradójico, pero cada vez que me asomaba a alguno de ellos, ralentizaba el paso cuidadosamente a medida que llegaba a su extremo, y no era hasta que podía agarrar la barandilla que me sentía un poco más segura (ni que ello me fuera a salvar si aquello se desprendía jajaja).

Fue una aventura bajar la mina de la "Casa del Rey Moro", a través de su especie de pasadizo-escalera infinita dentro de la propia cueva-montaña y que te llevaba hasta el mismo río en una bajada totalmente vertical. Fue una pena que estuviera cerrada la salida al exterior, ya que el temporal se había llevado por delante la pasarela. Eso sí, la subida se lleva lo suyo, llegué con la lengua fuera! Y aunque los escalones sean dispares en altura, el suelo se encuentre totalmente mojado y tengas la sensación de que con un mínimo resbalón pones en juego tu vida, es una curiosa visita y creo que si vale la pena. Por supuesto, mencionar también la belleza de sus jardines y su terraza-bar donde coger aliento después de salir de la cueva.

El "Palacio de Mondragón" donde se encuentra el museo, también fue muy interesante de visitar. Te brinda información de forma amena e interesante, aparte de contemplar la belleza de su arquitectura y sus jardines y vistas. Todo cuenta con un plus si vas un martes por la tarde y la entrada te sale gratis jeje.
Sin duda, Ronda es un lugar con mucho encanto y casi con un toque mágico. Pese a que en dimensiones más o menos me lo esperaba así, es cierto que me ha sorprendido la cantidad de infraestructuras y tiendas que tiene, incluso tendría que investigar un poco si en vez de pueblo, está catalogado como pequeña ciudad.

En cuanto a su gastronomía, ¡me he puesto morada!
He disfrutado de una enorme variedad de tapas, de sus Migas Rondeñas, de sus croquetas de cocido, de su presa, sus revueltos de chorizo papas y pimiento, de su carrillada en diferentes versiones, etc. y por supuesto, acompañado siempre de un buen vino Rondeño, sangría o caña. Si tuviera que quedarme con algún lugar especial, sería con "Casa Martina", que tiene unas tapas deliciosas y con un toque diferente, y donde por primera vez escuché y probé la sangría blanca, totalmente deliciosa. También me encantaron las sabrosas tapas de "Cafetería la Campana" y por supuesto, "La cafetería Arunda", donde desayunaba cada día y donde tiene un menú diario a muy bien precio y con cocina totalmente casera.

También hay que mencionar mi escapada a uno de los pueblos vecinos, "Setenil de la Bodega", que se encuentra a unos veintialgo kilómetros y el cuál vale la pena visitar. Sus casas blancas encajonadas en los propios huecos de la montaña a modo de cuevas, lo con convierten en un pueblo con una imagen muy pintoresca. Eso si, prepárate para subir enormes cuestas y escaleras por doquier! Desde el mirador se puede contemplar la tranquilidad que se respira en ese pueblo.

Desde luego, ha valido la pena venir a conocer Ronda. Me voy con buen sabor de boca y por supuesto, con la misma sensación siempre que me voy de algún sitio...  siempre me sabe a poco.

Cuando llegue a casa y ya pueda extraer las fotos que he sacado, que por cierto, han sido cientos, ya que estrenaba cámara jeje, subiré algunas por aquí, y así compartir un pedacito de este bello lugar.

lunes, 5 de febrero de 2018

Hasta pronto


Llega el momento de partir, de decir “hasta pronto" a este maravilloso país, porque me niego a decirle un “adiós”. Tengo tantas cosas que agradecerle… son tantos los momentos que me ha regalado… empezando por devolverme la sonrisa…

Las circunstancias que me trajeron hasta aquí no fueron del todo agradables, pero una cosa sin duda tengo por cierta y es que en la vida, todo sucede por alguna razón, aunque la mayoría de las ocasiones sea inexplicable a nuestro entendimiento.

Únicamente con el tiempo y la experiencia terminas apreciando que solo pasando por ciertas situaciones, te conviertes en esa persona capaz de tomar decisiones que jamas antes hubieras pensado y quizás, en algún momento de tu existencia, termines agradeciendo enormemente a ese estado, el haberte permitido arrojarte a por nuevas aventuras.

Probablemente si no hubiera pasado por una serie de circunstancias, jamás hubiera tomado esa decisión. Incluso sin tener del todo claro como llegue hasta ahí, y aun habiendo pasado por autenticas batallas mentales para tomar una decisión correcta, me vi embarcada en un viaje hacia lo desconocido, dejando atrás el control, la seguridad, la estabilidad, el confort, la familia, los amigos…, sumergiéndome  a la vez en la tranquilidad de viniera lo que viniera, sería lo mejor que me podría pasar.

Al encuentro de todo y en busca de nada, con la única intención de anular mi voluntad y simplemente dar paso a vivir lo que el destino deseara.

… Y tan cierto… aunque al principio no fue fácil dejarme llevar, el día que dejé de intentar ser/hacer, simplemente comencé a “vivir” y recibir los regalos que el universo tenía para mi...

Sí! Sin duda tengo muchas cosas que agradecer, y sin duda voy a echar muchísimo de menos tantas cosas…

Echaré de menos…

... ausentarme de los ruidos de la ciudad paseando por las tranquilas y pequeñas calles de Chiang Mai, como si me transportara en cuestión de minutos de dos lugares totalmente diferentes…

… sus aceras o arcenes llenas de baldosas rotas o agujeros que te invitan a estar continuamente saltando de un lado a otro y en alerta constante, o simplemente tener que caminar por la carretera porque en ellas se estaciona algún vehículo, o peor aún, circulan. Incluso intentar cruzar la calle como si fuera un juego de apuesta “ahora o nada”

... pasear por sus mercados llenos de vida y color, pese a su bullicio y multitud de gente y participar en el silencio creado cuando suena el himno del país. Siempre me resultará impresionante como entre tanto bullicio, toda la civilización se petrifica guardando absoluto silencio mientras suena su melodía y como se reactiva cuando éste finaliza…

… su comida, por supuesto. Su increíble variedad de fruta y su intenso sabor, sus smothies, sus arroces, sus carnes, sus sopas, sus noodles… oh!! cuanto echaré de menos el Takoyaki, o esos deliciosos champiñones que parecen ternera, o el jackfruit que me cautivó al primer bocado. Sus curries, sus postres, sus pinchitos, sus gyozas, su shusi… Echaré de menos decir “no spicy please” y aun así sentir que un dragón puede salir de mi boca…

… el movimiento mañanero en el mercado mientras todo el mundo sale a comprar  sus provisiones, lleno de colores y olores diferentes, que tanto pueden atraerte o hacerte huir despavorido...

… pasear por la calle y toparme con alguna rata…

… encontrarme en cualquier esquina a un gato paseado con correa. Es curioso ver más gatos domésticos, que perros...

… mirar al cielo y encontrarme siempre como reluce la punta de alguna pagoda…

… las explicaciones en Thai de mi profe de costura intentando explicarme algo mientras articula toda clase de movimientos para hacerse entender… Adentrarse a un curso sin poder comunicarte ha sido toda una aventura…

… sin duda alguna, echaré mucho de menos ir cada día al templo para practicar masaje y echaré mucho de menos a mi profe… una gran persona… He aprendido tanto con él...

… las sonrisas gratuitas de la gente…

… recibir la colada y ver como mi ropa interior está doblada como si fueran pequeños paquetitos de regalo. Mmmmm, me encanta el olor cuando llega...

… dar las buenas noches y los buenos días en  Thai cada día a mi familia Tailandesa...  

… los días en los que todos nos metemos en la cocina para compartir la cena…

… las charlas tan interesantes, incluso en inglés jeje, y escuchar las impresionantes historias de cada caminante…

… llegar a disfrutar de un paseo en moto de forma relajada...         

… Incluso podría echar de menos los intrusos en mi habitación, jaja. Siempre recordaré a aquel brutito que entró en plena noche, aún cuando tenía el fechillo puesto… Estaba tan cansada ese día, que ni me di la vuelta a ver que pasaba y solo pensé “ok, te equivocaste… sorry sorry, pero cierra antes de salir…”

Sí, son muchas las cosas que echaré de menos, pero sin duda, lo que más, será las personas que me he encontrado en esta maravillosa experiencia, personas, que sin quererlo, se han convertido en mi familia aquí.

Antes de embarcarme en esta aventura, jamás pasó por mi cabeza que como posible consecuencia, podría terminar con el corazón dividido y con una extraña sensación, de que allá donde esté, siempre habrá una parte de mi que sentirá que le falta algo…

En estos momentos, resulta algo complicado poder explicar como me siento…

Aunque tengo muchas ganas de llegar a casa y repartir enormes abrazos, no puedo dejar de sentir a la vez mucha tristeza en esta marcha…

Así que solo puedo decir “hasta pronto” con la esperanza y extraña seguridad, de que así sea…

miércoles, 24 de enero de 2018

Entre fogones

Cocinar en Tailandia no es algo que me haya planteado a menudo, sobre todo porque al ser la comida tan barata, a veces ni compensa, aparte de que te ahorras el trabajo de hacerla.
No obstante, han sido un par de veces las que me he adentrado en la cocina para manejar los fogones y en modo resumen, cada vez que termino, me digo a mi misma "¡ésta es la última!", sobre todo las últimas veces en las que siempre he tenido algún tipo de percance...

La primera vez que hice algo fue una tortitas de carnaval versionadas, y digo versionadas porque me tocó hacerlas con los ingredientes que pude encontrar. Fué ahí donde me di cuenta lo dificil que podría llegar a ser encontrar ciertas cosas que ahí son básicas, como es la harina...

Sí, hacer unas tortitas de carnaval sin harina básica, fue toda una aventura, no obstante, el resultado no fue tan malo y triunfaron. Después de haberme metido varias horas con el calor y el sol pegandome en el cogote, ciertamente me quedaron pocas ganas de repetir, pero no fue mi última visita a la cocina.

La segunda tocó hacer unas papas arrugadas con mojo y una crema de limón, que por cierto, también triunfaron bastante. Hacer un mojo rojo con un pimiento mas verde que rojo, es un poco raro, y cuando encima el comino no es igual y el vinagre es destilado, pues aun más raro es el resultado, pero bueno, aparte del color extraño en el que terminó, no quedó tan mal.
La crema de limón no cuajó ni a la de tres, cuando allá con dos limones o tres me bastan, aquí perdí la cuenta de cuantos necesité.

Al siguiente día probé a preparar un alioli, y tuvo tanto éxito, que el día que aparecí con una batidora, esa misma tarde terminaron comprando un saco de 5 kilos de papas para arrugar e ingredientes para hacer varios tuper de alioli.
La anécdota especial y cómica es recordar el estropicio que hice, cuando sin querer le di al botón de la batidora con la tapa abierta y el alioli salió despedido por toda la habitación... vaya desastre, pero al menos tuvimos risas para un buen rato.

Otro de los días intenté hacer bolitas de coco. Como no, encontrar ingredientes, no fue sencillo.
En el súper puedes encontrar decenas de variedades de galletas, algunas de lo más extrañas, pero unas simples galletas María o Doradas fue misión imposible, así que terminé experimentando con lo más parecido que encontré, una especie de Digestive. El resultado fue unas bolitas con una textura de lo más harinosa. Aún así, gustó bastante.

El día de la paella perdí la cuenta de cuantas personas pudimos comer. A todo el que iba entrando le iba ofreciendo, y tuvo una gran aceptación. Ese día fue una auténtica locura.
Mientras estaba continuamente removiendo para que no se me pegara , iba recogiendo poco a poco el arroz que esparcí por toda la cocina cuando viré la bolsa en la paellera. Me faltaban manos para controlarlo todo jaja.

El arroz nunca ha sido mi fuerte ni se me ha dado bien, pero aún así gustó tanto que me pidieron que les enseñase a prepararlo.
El día que lo organizamos, no me di cuenta al poner la paellera en el fuego, dejar un paño en medio el cual se prendió fuego. Ese día al menos estaba acompañada para controlar la situación jajajaja.

Hoy ha tocado preparar una ropavieja, y por lo menos he finalizado sin percances. Me gusta cuando la gente lo disfruta, y sobre todo cuando es el perfecto motivo para reunirnos todos en la cocina y parlotear un rato.

Ya no me atrevo a decir que será la última vez que me pongo a cocinar algo, sobre todo, porque no solo  es la excusa perfecta para estar en buena compañía, o porque me encante ver como lo disfrutan, sino porque me hace valorar el poco tiempo que me queda aquí para compartir momentos así...

sábado, 13 de enero de 2018

Anécdotas... 4 y visita a Chiang Rai

Hoy voy a contar pequeñas anécdotas que hicieron posible alargar mi estancia en este maravilloso país.

Para empezar, tuve que viajar a Bangkok por un día, para tramitar en la embajada la renovación de mi pasaporte, ya que entraba en los seis meses finales antes de que caducara, y para poder viajar por cualquier otro país, necesitaba una vigencia superior. 

Regresar a esta caótica ciudad no estaba entre mis deseos, pero no había alternativa.
Diez horas de bus para ir y otras tantas para volver... simplemente agotador. Terminé rota y nunca mejor dicho...

Tras lanzarme a la calle al salir del bus, nada más y nada menos que a las cinco de la mañana, di gracias por encontrarme justo de enfrente de un Mc. Donald 24 horas, donde al menos pasar el rato hasta una hora hora prudencial para dirigirme a la embajada.

A eso de las 8 decidí ir caminando a la estación de trenes para a ver si con suerte pillaba billete para el tren nocturno, pero ya estaba todo el pescado vendido, así que no tocaba remedio que volver de nuevo en bus. 
De ahí me pillé un taxi hasta la embajada, y nada, a tramitar el papeleo.

Afortunadamente pude realizar la solicitud sin problemas, aunque no como pensaba antes de venirme a este pais. No se porque, mi cabeza pensó en la maravillosa idea de que el tramite sería igual que en España, y en el mismo día podría tener un nuevito pasaporte en mi cartera, cuando la realidad es que hay que esperar entorno a un mes a que llegue. 

Eso supondría un segundo viaje a la caótica ciudad... que emoción... (sarcasmo)
Gracias que no me encontré ningún obstáculo, hasta que me tocó salir…
y tremendo obstáculo…
no se como diantres no vi el cristal... pero me lo comí entero
He dicho en algún momento que no me gusta Bangkok? Creo que yo tampoco le gusto…

A vece he pensado que cualquier día apareceré en algún vídeo de esos programas que recopilan momentos cómicos.

Aún no se como no se me rompieron las gafas del tremendo trompazo que me di, solo se que ni miré atrás (tenía la sensación de encontrarme un enorme público con sus manos en la boca bien por asombro o bien por aguantar la risa) y salí lo más rápido que pude, como si no hubiera pasado nada y frotándome la cabeza… Madre mía qué dolor!! Enseguida comenzó a salirme un enorme chichón en la frente del tamaño de una pelota de pinpón, y el dedo gordo del pie izquierdo me dolía horrores.

En ese momento solo me acordé de Joe y sus palabras sobre cómo actuar en caso de accidente (nunca frío, siempre calor, warm warm) y comencé a frotarme la frente mientras caminaba. Ya unas horas más tarde, cuando pude sentarme, comencé a frotarme el dedo del pie, y vi las estrellas, la luna, las constelaciones y el universo entero...que dolor!!!! Pero bueno, no se si por esto o no,  al menos al día siguiente ya podía caminar sin cojera y el dolor había desaparecido en poco más de una semana (años atrás, con un golpe similar, el dolor me duró casi un año...)

Tras varias semanas de espera y algunas llamadas, me entero que mi pasaporte no llegaba a tiempo, así que, después de algunas gestiones y algún dolor de cabeza para entenderse con una mensajería y la embajada, pude obtener una opción alternativa que me permitiría ir a Laos.

Tras haber recibido mi pasaporte provisional, me subí en el bus con destino Chiang Rai. Tras tres horas y media de trayecto, tuve que subirme a otro bus con destino Chiang Khon. He de reconocer, que cuando subí a este bus me dije “¡Ay madre! ¿y esto llegará a su destino?”... se trataba de un bus hiper antiguo, de esos que se ven en las películas y que apestaba a una mezcla de pescado, suciedad y sudor… Pero cumplió con su cometido, y por unos 40 bth de más, el chofer nos dejó a mi y algunos más en la misma puerta del paso fronterizo con Laos.

Momentos de nervios al salir de Tailandia, momentos de nervios antes de entrar en Laos, nervios al salir, y nervios al intentar volver a entrar en Tailandia. No fue hasta que ya estuve en el bus de vuelta a Chiang Rai, que me tranquilice un poco.

En fin, después de casi tres horas de vuelta para llegar a Chiang Rai, en un autobús que era aun peor y viejo que el anterior, terminé con el culo tieso como para aguantar otras tres horas y media hasta Chiang Mai, así que tocó hacer noche en Chiang Rai, y así aprovechar para hacer un poco de turisteo.

En primeras impresiones, Chiang Rai me causó muy buenas sensaciones. Se veía muy buen ambiente en la noche, aunque estaba plagado de turistas, y por cierto, ha sido donde más españoles he escuchado. Como dato curioso, me sorprendió encontrar contenedores de basura en la calle!! Casi no me lo creo! Una especies de ollas de goma o plástico repartidas por la ciudad. Las papeleras brillan por su ausencia en este pais, así que fue toda una sorpresa...
Después de pasearme por el Night Bazar y zamparme un plato de tempura, mi cuerpo no daba para más después de haberme despertado a las 5 de la mañana, así que me fui a la camita. El hostel me recordaba a gran hermano ajajaja. Varias habitaciones a los laterales, en el centro una gran sala en la que se repartía varias estancias; baños, cocina semiabierta, sillones, zona de mesas y sillas tipo comedor, billar, y tras una cristalera, terraza con sillas y mesas y una pequeña piscina con futones alrededor.
Había mogollón de gente, pero tuve gran facilidad para quedarme dormida.

Intenté despertarme temprano para aprovechar el día y no encontrarme demasiada gente en el templo blanco, pero una vez mas, eso de programar cosas nunca sale bien jajaja. Tras encontrar en la estación un bus que paraba en el templo por 25 bht, estuve casi 45 minutos en el interior esperando que se llenara para que saliera… estos Thais nunca tienen prisa… Y luego, cuando ya comienza la ruta, la chica que cobra, va semi asomada desde la escalera gritando por la calle por si alguien se une!!

Una vez en el templo blanco, he decir que es imposible que cause indiferencia, ya sea por su increíble estructura, por su cantidad de detalles, por sus bellas inmediaciones, o por sus extrañas figuras, y aunque ya iba preparada de lo que podría encontrarme en su interior, no dejó de sorprenderme…

La verdad que resulta extraño encontrarte pintados en la pared de un templo, escenas y personajes como Matrix, Doraemon Freddy Krueger, Pikachu, los minions, las torres gemelas,etc., entre otros sin fin de detalles, mientras al otro lado de la misma estancia muestran sus respetos los fieles de buda ante su figura, por no nombrar las cabezas colgantes en los árboles de personajes como Batman o Hellboy
Sin duda, un lugar cuanto menos, sorprendente…

De allí, logré negociar ir a la casa negra (Baan Dam Museum) y el templo azul (Wat Rong Suea Ten), luego me di cuenta que el conductor ya tenía apalabrada esa excursión con unos franceses y aprovechó para sacarse un extra conmigo, por eso me llevó de copiloto y no atrás en la camioneta con los demás, pero bueno, aun así, fue barato.

La visita a la casa negra no me gustó mucho, ya que era más bien museo de pieles y huesos de animales. Me gustó más las diferentes estructuras y edificios tipo cabañas, las esculturas de piedras de samuráis y ver a una mujer vestida de forma tribal, practicando el Tok Sen.

El templo azul si me gustó más. Sus colores intensos, sus gigantes en la entrada, el interior azul, las nagas de la escaleras…

Al volver, el conductor me recomendó ir a un parque de flores, y así lo hice. Nada más acercarme el ambiente olía a perfume de las flores. Fue todo un acierto y una sorpresa encontrarme preciosos jardines con tremendo espectáculo de color y figuras florales, y para mayor sorpresa, al salir, me encontré con una especie de ceremonia/desfile/ofrenda, en la que había como unas 9 carrozas con figuras de Buda decoradas con flores, y la gente a su paso, le tiraban más flores o se acercaban para colocarlas alrededor a modo de ofrenda. Fue curioso…

Después de  un gran día de turisteo, tocó meterse de nuevo en el bus con destino Chiang Mai, de vuelta a casita y con acceso durante un mes más a este maravilloso país.

viernes, 5 de enero de 2018

Anécdotas... 3

Hoy voy a compartir anécdotas y momentos compartidos con las personas que me he encontrado en esta aventura.

He tenido oportunidad de conocer a gente maravillosa, algunas, con increíbles historias a sus espaldas, durante poco o algo más de tiempo, pero casi siempre, de manera intensa. Al fin y al cabo, las personas son el mejor regalo que puedes tener, y los momentos que compartes con los demás, son los mejores tesoros que recordar.

Desde el simple gesto de recibir una amplia sonrisa de cada vecino mientras paseas por la calle, aunque sea la primera vez que te vea, hasta las conversaciones más intensas que han acabado casi en lágrimas contenidas.

¡Si!... sin duda me llevo bonitos recuerdos...
En las clases de masaje he podido compartir muchos momentos con los compis, no solo con el día a día que nos ha traído muchas risas y aprendizaje mutuo, también fuera, donde hemos podido disfrutar de momentos únicos, como  lanzar una linterna conjunta en año nuevo, o el día que nos fuimos de caminata por medio de la montaña y en el medio del camino tuvimos que hasta saltar una valla, por no nombrar que a la vuelta haciendo autostop nos paró la policía. En ese momento yo solo pensaba que nos iba a caer una tremenda, pero para mi sorpresa, tras abrir la ventanilla nos indicaron que solo podían alcanzarnos hasta las oficinas, y terminamos subidos en la parte trasera de la ranchera entre montones de conos de trafico, jajaja, creo que esto solo pasa en Tailandia.
Será difícil olvidar el día que fuimos a encargar una colchoneta y el profe apareció con una moto carricoche y nos fuimos tres en ella, me debía ver bastante cómica...
O el día que estuvimos probando nuevas cosas en el Food Market... aquella sopa de pescado, ni tenía pescado ni se podía llamar sopa...

Despedirte con un gran abrazo con quien menos tiempo y palabras has podido cruzar, pero aun así, sentirlo intensamente cerca... 

Creo que jamás podré borrar de mi memoria a Joe (el profe), su paciencia, su templanza, todas las cosas que ha compartido con nosotros, su intención siempre de mediar, ayudar, su tremenda experiencia, sus detalles...

En el Hostel también he conocido mucha gente. Muchos están de paso, pero los más importantes son los que están día tras día. Ellos se han convertido en mi pequeña familia, con quienes he podido compartir muchas charlas, carcajadas o grandes momentos culinarios, como el día de Navidad, donde cada uno preparó algo para compartir. Las papas arrugadas triunfaron de tal manera, que un día apareció con una bolsa de 5 kilos de papas e ingredientes para dos tuper de alioli. Creo que nunca vi disfrutar tanto a alguien con una comida tan sencilla jajaja, me divierte y me alegra, al igual que el día que repetimos la crema de limón y entre saltos hacia la nevera para guardar el resultado, tarareaba  "I like,  I like". O el día que llegué y estaban preparando una especie de sangría y nos pusimos a experimentar que echarle y terminamos con los mofletes ardiendo y muertas de risa.
Gracias a ellos he podido soltarme cada vez un poquito más con el idioma.

Aunque ya no está en esta casa, también recuerdo a menudo a la pequeña Niuli, una niñita muy simpática y energética de unos 3 años, no creo que más de 4 a lo sumo. Recuerdo como un día, cuando apenas llevaba unos días en esta casa, la vi aparecer con una de las chicas en la cocina, mientras yo me tomaba un café. No paraba de saltar de un lado a otro jugueteando, pero tan pronto vio a la otra cargada con los platos para colocarlos, se lanzo para ayudarla sin que se lo pidiera.
Esa imagen me causó un pequeño impacto
Por lo general, y en la mayoría de casos, la cosa suele ser todo lo contrario, es decir, es el adulto quien debe estar detrás del niño recordándole las normas y deberes que cumplir, casi rogando que tan solo mantenga ordenadas sus propias pertenencias, y mucho más difícil es a veces que colabore de forma voluntaria en los quehaceres comunes.
Por ese entonces, otra persona que había conocido tan solo unos días atrás, ya me había contado un caso similar, cuando le tocó regresar tras uno de sus viajes, como se vio en la comparación entre la visión de un berrinche infantil absurdo y una imagen vivida días atrás entre los niños de Tailandia jugando felices con un simple globo y ayudándose entre ellos para que hasta el más pequeño alcanzara a jugar…
Pequeños gestos que me hacen temer por la nuevas generaciones que se están construyendo...

En otras partes del camino también he conocido gente muy interesante con quien compartir bellos momentos e incluso algunas cervezas. 

Recuerdo la primera chica española que conocí. Llevaba tantos días sin hablar aparte de las tres palabras que podía chapurrear en ingles, que cuando comenzamos a hablar se me trababan las palabras jajaja.

Poder vivir la magia del Ye-peng acompañada fue un regalo, y terminar con los ojos aguados mientras compartíamos nuestras mas profundas inquietudes, fue un momento único.

Y por supuesto no puedo olvidarme de mi amiga de los Smoothies, a la que veo y saludo todos los días, y con la que, cada vez que puedo, termino pasando la tarde de cháchara mientras disfruto alguno de sus batidos.

¡Si!... sin duda me llevo bonitos recuerdos... pero sobre todo, me llevo grandes personas...