viernes, 5 de enero de 2018

Anécdotas... 3

Hoy voy a compartir anécdotas y momentos compartidos con las personas que me he encontrado en esta aventura.

He tenido oportunidad de conocer a gente maravillosa, algunas, con increíbles historias a sus espaldas, durante poco o algo más de tiempo, pero casi siempre, de manera intensa. Al fin y al cabo, las personas son el mejor regalo que puedes tener, y los momentos que compartes con los demás, son los mejores tesoros que recordar.

Desde el simple gesto de recibir una amplia sonrisa de cada vecino mientras paseas por la calle, aunque sea la primera vez que te vea, hasta las conversaciones más intensas que han acabado casi en lágrimas contenidas.

¡Si!... sin duda me llevo bonitos recuerdos...
En las clases de masaje he podido compartir muchos momentos con los compis, no solo con el día a día que nos ha traído muchas risas y aprendizaje mutuo, también fuera, donde hemos podido disfrutar de momentos únicos, como  lanzar una linterna conjunta en año nuevo, o el día que nos fuimos de caminata por medio de la montaña y en el medio del camino tuvimos que hasta saltar una valla, por no nombrar que a la vuelta haciendo autostop nos paró la policía. En ese momento yo solo pensaba que nos iba a caer una tremenda, pero para mi sorpresa, tras abrir la ventanilla nos indicaron que solo podían alcanzarnos hasta las oficinas, y terminamos subidos en la parte trasera de la ranchera entre montones de conos de trafico, jajaja, creo que esto solo pasa en Tailandia.
Será difícil olvidar el día que fuimos a encargar una colchoneta y el profe apareció con una moto carricoche y nos fuimos tres en ella, me debía ver bastante cómica...
O el día que estuvimos probando nuevas cosas en el Food Market... aquella sopa de pescado, ni tenía pescado ni se podía llamar sopa...

Despedirte con un gran abrazo con quien menos tiempo y palabras has podido cruzar, pero aun así, sentirlo intensamente cerca... 

Creo que jamás podré borrar de mi memoria a Joe (el profe), su paciencia, su templanza, todas las cosas que ha compartido con nosotros, su intención siempre de mediar, ayudar, su tremenda experiencia, sus detalles...

En el Hostel también he conocido mucha gente. Muchos están de paso, pero los más importantes son los que están día tras día. Ellos se han convertido en mi pequeña familia, con quienes he podido compartir muchas charlas, carcajadas o grandes momentos culinarios, como el día de Navidad, donde cada uno preparó algo para compartir. Las papas arrugadas triunfaron de tal manera, que un día apareció con una bolsa de 5 kilos de papas e ingredientes para dos tuper de alioli. Creo que nunca vi disfrutar tanto a alguien con una comida tan sencilla jajaja, me divierte y me alegra, al igual que el día que repetimos la crema de limón y entre saltos hacia la nevera para guardar el resultado, tarareaba  "I like,  I like". O el día que llegué y estaban preparando una especie de sangría y nos pusimos a experimentar que echarle y terminamos con los mofletes ardiendo y muertas de risa.
Gracias a ellos he podido soltarme cada vez un poquito más con el idioma.

Aunque ya no está en esta casa, también recuerdo a menudo a la pequeña Niuli, una niñita muy simpática y energética de unos 3 años, no creo que más de 4 a lo sumo. Recuerdo como un día, cuando apenas llevaba unos días en esta casa, la vi aparecer con una de las chicas en la cocina, mientras yo me tomaba un café. No paraba de saltar de un lado a otro jugueteando, pero tan pronto vio a la otra cargada con los platos para colocarlos, se lanzo para ayudarla sin que se lo pidiera.
Esa imagen me causó un pequeño impacto
Por lo general, y en la mayoría de casos, la cosa suele ser todo lo contrario, es decir, es el adulto quien debe estar detrás del niño recordándole las normas y deberes que cumplir, casi rogando que tan solo mantenga ordenadas sus propias pertenencias, y mucho más difícil es a veces que colabore de forma voluntaria en los quehaceres comunes.
Por ese entonces, otra persona que había conocido tan solo unos días atrás, ya me había contado un caso similar, cuando le tocó regresar tras uno de sus viajes, como se vio en la comparación entre la visión de un berrinche infantil absurdo y una imagen vivida días atrás entre los niños de Tailandia jugando felices con un simple globo y ayudándose entre ellos para que hasta el más pequeño alcanzara a jugar…
Pequeños gestos que me hacen temer por la nuevas generaciones que se están construyendo...

En otras partes del camino también he conocido gente muy interesante con quien compartir bellos momentos e incluso algunas cervezas. 

Recuerdo la primera chica española que conocí. Llevaba tantos días sin hablar aparte de las tres palabras que podía chapurrear en ingles, que cuando comenzamos a hablar se me trababan las palabras jajaja.

Poder vivir la magia del Ye-peng acompañada fue un regalo, y terminar con los ojos aguados mientras compartíamos nuestras mas profundas inquietudes, fue un momento único.

Y por supuesto no puedo olvidarme de mi amiga de los Smoothies, a la que veo y saludo todos los días, y con la que, cada vez que puedo, termino pasando la tarde de cháchara mientras disfruto alguno de sus batidos.

¡Si!... sin duda me llevo bonitos recuerdos... pero sobre todo, me llevo grandes personas...

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